Por qué Trump dio su brazo a torcer ante los mercados con su tregua en los aranceles
El castigo a la deuda pública fue la gota que colmó el vaso tras el desplome de los mercados, las críticas internas y la advertencia de inversores y empresarios


Donald Trump no ha aguantado el pulso ni siquiera una semana. Tras declarar la guerra comercial al mundo en su tercer “Día de la Liberación”, el presidente de Estados Unidos tuvo que rendirse a la evidencia de que estaba llevando al país, y con él a la economía global, a una recesión. La gota que colmó el vaso fue el castigo a los títulos del Tesoro. Antes, el desplome de la Bolsa, las críticas internas y las advertencias de inversores y empresarios habían puesto al mandatario contra las cuerdas. Estaba a prueba su capacidad de aguante y ha sido menor de lo que se esperaba. El presidente decretó una tregua parcial de 90 días en la guerra comercial, de la que solo dejó al margen a China, a la que redobló el castigo. El giro debilita la posición negociadora de Trump, justo lo que quería evitar.
No, no era todo parte de un plan preconcebido, como sus lugartenientes quisieron hacer ver para salvar la cara a su jefe. Trump reconoció que, tras pensarlo durante los últimos días, tomó la decisión de corregir el rumbo este miércoles. “Probablemente, se fraguó esta mañana temprano, bastante temprano”, dijo en un acto previsto en su agenda para fotografiarse con pilotos de carreras en la Casa Blanca. El presidente dio a entender que la reacción de los mercados había sido decisiva. “En los últimos días, todo parecía bastante sombrío”, dijo. “Pensé que la gente se estaba pasando un poco de la raya. Se estaban poniendo histéricos, ya sabes, estaban un poco histéricos. Estaban un poco asustados”, admitió.
Hasta el martes, Trump parecía mostrarse encantado con que muchos países estuvieran pidiendo negociar y ofreciendo concesiones. “Me están besando el culo”, se mofó en una cena con congresistas republicanos en la que aseguró: “Sé qué diablos estoy haciendo”. La obsesión de décadas de Trump con los aranceles le había llevado a restar importancia la caída de las Bolsas inicialmente. El presidente quería ver el mundo a sus pies, doblegado por sus aranceles, pero la estrategia no funcionó.
El miedo se había extendido en los últimos días al mercado de bonos, donde las pérdidas se acentuaron el miércoles. Los títulos del Tesoro de EE UU están considerados como un activo libre de riesgo, un valor refugio, pero el caos provocado por Trump era de tal calibre que los inversores los estaban vendiendo y exigiendo rentabilidades cada vez más altas por los mismos. El dólar también cotizaba a la baja. A Trump le preguntaron el miércoles específicamente por ese mercado. “La gente se estaba mareando un poco”, reconoció. “Estaba observando el mercado de bonos; el mercado de bonos es muy complicado, pero si lo miras ahora, es precioso”, añadió.

La rentabilidad exigida a los títulos del Tesoro a 30 años había llegado a superar el 5%, frente al 4,4% de la semana pasada. El riesgo de un vuelco de gran calado en la percepción de los mismos como un activo seguro se acentuaba con las especulaciones de que eran inversores extranjeros los que estaban deshaciendo posiciones de forma masiva, pues China es uno de los grandes tenedores de deuda estadounidense. Con billones de deuda que refinanciar, era un revés inesperado. Empezaba a haber riesgo incluso de una crisis financiera, como señaló el exsecretario del Tesoro Larry Summers, de la que Trump habría sido el responsable directo.
El resultado de la agresiva y a la vez errática política comercial iba camino de traducirse en subidas de precios, desplome de las cotizaciones de las empresas y costes de financiación más altos, con el fantasma de la recesión tomando cuerpo a pasos agigantados y las perspectivas de un “invierno nuclear económico”, como había advertido el inversor Bill Ackman.
Este miércoles, el consejero delegado de Delta Airlines, Ed Bastin, advirtió de que la compañía se estaba preparando para una recesión. Jamie Dimon, presidente de JP Morgan, el mayor banco de EE UU, señaló que le parecía “perfectamente razonable” concluir que el comercio mundial era injusto, pero advirtió de que era necesario “negociar algunos acuerdos comerciales” e insistió en el riesgo de recesión. “Adopto una postura tranquila, pero creo que la situación podría empeorar si no avanzamos en este sentido”, afirmó Dimon en una entrevista en Fox News que Trump reconoció haber visto.
En la apertura de la sesión bursátil, Trump había tuiteado que era “un gran momento para comprar”. Él mismo hizo realidad su consejo cuando, a las 13.18 de Washington, tuiteó: “Basándome en el hecho de que más de 75 países han llamado (...) para negociar (...), y que estos países no han tomado represalias de ningún tipo contra EE UU, he autorizado una PAUSA de 90 días y una reducción sustancial del arancel recíproco durante este periodo, al 10%, también con efecto inmediato”. Los aranceles que Trump suspende fueron anunciados el miércoles pasado, pero solo llevaban unas horas en vigor. Los cartelones de la semana pasada ya no valen para nada.
Trump se había reunido con miembros de su Gabinete para debatir la decisión y comunicarla, entre ellos el secretario del Tesoro, Scott Bessent, y el de Comercio, Howard Lutnick. Luego, publicó su mensaje. “Simplemente lo escribí. Lo escribimos desde el corazón, y creo que estaba bien escrito, también”, dijo luego.
La Bolsa se disparó de inmediato. Al cierre de la sesión, el S&P 500 subió un 9,5% y el Nasdaq, un 12%. Nvidia, con un ascenso del 19%, se revalorizó 440.000 millones de dólares, la mayor ganancia de capitalización de una empresa en un día nunca registrada.
Castigo a China
Trump, en cambio, elevó al 125% los aranceles a los productos de China, la segunda economía mundial, en castigo a las represalias de Pekín (junto al 20% por el fentanilo, el total alcanza el 145%). Con esas tasas, más el tipo universal del 10% que mantiene en vigor y los impuestos del 25% a la importación de acero, aluminio, coches y componentes, la subida de aranceles continúa siendo la mayor en un siglo. Aunque el paso atrás suponga un alivio y haya sido recibido con euforia en las Bolsas, los efectos de los aranceles todavía pueden resultar nocivos para el crecimiento económico y elevar la inflación.
El reconocimiento por parte de Trump de que la presión del mercado le había hecho doblar la mano dejó en un lugar algo patético a varios miembros de su equipo, entre ellos, la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, que con frecuencia se queda en fuera de juego y que abroncó a los periodistas. “Muchos de vosotros en los medios de comunicación claramente se perdieron el Arte del acuerdo [el primer libro de memorias de Trump], claramente no visteis lo que el presidente Trump está haciendo aquí”, dijo. Lo ocurrido era “la estrategia de Trump desde el principio”, aseguró Bessent, pese a que muchas voces le señalan a él mismo como uno de los que convenció a Trump para rectificar. La palma se la llevó Stephen Miller, director adjunto de Gabinete: “Han estado viendo la mayor estrategia económica maestra de un presidente estadounidense en la historia”, tuiteó.

Se abre ahora un periodo de tres meses para negociar. Hasta ahora, había dudas sobre si la agresiva guerra comercial declarada por Trump buscaba lograr concesiones “fenomenales” por la vía rápida o eran una apuesta a largo plazo por la relocalización de la industria. Por ahora, ni lo uno ni lo otro. Trump ha retirado la mayor parte de sus aranceles sin lograr nada a cambio y su posición negociadora queda algo debilitada. Ha quedado demostrado que EE UU no puede permitirse declarar la guerra comercial a todo el mundo a la vez.
Al tiempo, la incertidumbre sigue presente. Nadie sabe cuándo se alcanzarán acuerdos ni cuál será su contenido. Ante la inestabilidad de Trump y su caprichoso proceso de toma de decisiones, tampoco es posible garantizar que los acuerdos se respeten. Toda esa incertidumbre es mala para la economía, retrae las inversiones y el consumo. Parte del daño económico no se arregla con una tregua parcial y temporal, a pesar de la euforia bursátil inicial.
El presidente dejó abierta la puerta incluso a aplicar exenciones a los aranceles a algunas compañías especialmente golpeadas por la guerra comercial. Cuando le preguntaron al respecto este miércoles, contestó: “Vamos a mirarlo. Hay algunas [empresas] que lo han pasado mal. Hay algunas que, por la naturaleza de la empresa, se ven un poco más afectadas. Y vamos a mirarlo”. Y al plantearle en función de qué se concederían esas exenciones, contestó: “Instinto más que cualquier otra cosa. Quiero decir, casi no puedes tomar un lápiz y un papel. Es realmente más un instinto, creo, que cualquier otra cosa”.
“Tienes que ser flexible”, dijo también el presidente pocos días después de haber proclamado tajante: “Mis políticas nunca cambiarán”.
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